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No hay prisión más inexpugnable que aquella en la que entramos por propia voluntad. Elisa no se percatará de ello hasta que Laura, su hermana, arranque la venda que cubre sus ojos: la vida es efímera y está ahí fuera, esperándola. Sin embargo, es difícil escucharse uno mismo cuando hace tanto tiempo que vives para cuidar de los demás. Por ello tendrá que enfrentarse a las convenciones, al miedo al cambio y, especialmente, a la culpa, el más feroz de los carceleros. La historia de Elisa es la de tantas madres de familia que viven entre los barrotes del matrimonio y la maternidad, impuestos, aceptados y celebrados como el principal objetivo para ellas desde tantos siglos atrás; y pretende ser un guiño a la complicidad entre mujeres, un soplo de esperanza para todo aquel que sueñe con desprenderse del yugo de las normas sociales y, sobre todo, un canto al amor en todas sus versiones.