Para entender la criminalidad organizada hemos de retrotraernos al pasado Siglo XX. Tras la Segunda Gran Guerra la delincuencia prosperó al tiempo que las sociedades industrializadas avanzaban y progresaban económicamente; en esta época la amenaza no existía, cabía un riesgo procedente de la delincuencia pero no una amenaza de la criminalidad transnacional, como actualmente la conocemos; porque el mundo bipolarizado se encorsetaba en un nuevo orden cuyo rumbo lo marcaban la URSS y los Estados Unidos de América.La amenaza surgió con la solidificación de las estructuras criminales planificadas, junto a la consolidación de los estados del bienestar ya en la época postindustrial. El logro de cotas de libertad, de unificación espacial de regiones políticas y comerciales, de desarrollo económico y social, todo ello aderezado por la era de la globalización y el imparable avance de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en constante evolución, desde las emergentes al machine learning; hacen del Siglo XXI un hervidero en el que la transnacionalidad en la criminalidad organizada y en el terrorismo resurgen con fuerza letal y renovada resultante de la adición de vectores empíricos y tecnológicos.Es ahora cuando los paradigmas se renuevan, los anteriores sirvieron a unas causas determinadas.Aparecen los “centros de concentración de logísticas criminales”, y también nuevas formas de criminalidad como la Mafia Rusa, desconocida hasta que el “Telón de Acero” se levantó.La criminalidad oriental, las Triadas chinas sociedades secretas arrinconadas en la época maoísta, surgen con fuerza y se expanden por todo el continente desde Macao, Taiwan o Hong Kong. Sin olvidar sus ritos y su jerarquía, varían sus tradiciones criminales y ocupan nuevos espacios en paralelo a la evolución económica, entremezclándose con los asuntos de Estado, renovando técnicas criminales, y extendiéndose con la globalización; al igual que la Yakuza Japonesa, introducida incluso en sistemas políticos y nuevas formas de comisión de delitos como la sokaiya, que aunque mantiene su estructura jerárquica feudal se expande también con la globalización.Paradigmas son igualmente los Cárteles, nada tienen que ver los colombianos con los mexicanos, son estratos con su propia personalidad, industria centrada en la producción y comercialización de la droga y el blanqueo de capitales, dimensionándose internacionalmente con agresividad inusual, siendo capaces de generar auténticas guerras con armamento sofisticado y hombres suficientes como para crear ejércitos propios. El de Medellín, el de Cali, el del Norte del Valle, o el narco-terrorista de las Farc son ejemplo de ello. Los mejicanos como el Cártel de Sinaloa, el del Golfo, los Zetas, los Caballeros Templarios, o la Familia Michoacana han creado sociedades de narcotráfico que han devenido en regiones o estados fallidos.Los terrorismos con pretensiones paradigmáticas persisten, el anarquismo primer terrorismo transnacional limitado, ha encontrado la renovación con su “anarquismo insurreccionalista” rompiendo los límites del tiempo y el espacio con la herramienta de la globalización. El etnonacionalista de ETA, falsamente eliminado, continúa dando muestras de vida desde instituciones políticas. El terrorismo yihadista despertó de su letargo el pasado siglo para convertirse en paradigma de corrientes islamistas, con estructuras polimórficas, uso de medios no convencionales, ataques inusuales y de letalidad insospechada: cisnes negros.De todo esto y más trata este libro.