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Objective: Our aim was to go deeper in the self-perception of weight and health status among the Spanish population, together with the connections of familiar relationships, physical activity practice, nutritional habits, and sleep patterns with the presence of obesity. Methods: A total of 1,000 subjects were enrolled in April 2017 in a representative adult Spanish population sample. Computer-assisted telephone interviewing was used and self-reported anthropometric data was obtained. Results: The population was composed of 51.3% women, with a mean age of 48 (36–63) years and a BMI of 23.2 (20.3–26.6). Although only 17.7% of subjects with self-reported obesity exhibited the self-perception to suffer from obesity, they referred a bad (16%) or regular (47%) self-perceived health status. Subjects who considered themselves as people with overweight and obesity displayed a BMI of 30.5 (28.7–32.2) and 37.1 (34.8–41.5), respectively. The obesity group displayed the highest percentage (71.9%) of participants with some first-degree relative with overweight or obesity (p < 0.001) in comparison with the other groups. The main reason put forward of preventing healthy eating among subjects with obesity was that they dislike healthy food. The multivariable logistic regression model for presence of obesity showed that there was a significant association with older age, presence of a first-degree relative with weight excess, a positive snacking habit, and daily alcohol consumption (p ≤ 0.019). Conclusion: The Spanish population has a low self-perception of obesity. Our data also reinforces the strong association between obesity and age, family interactions, usual snacking, and daily consumption of wine or beer.

El concepto de alimento funcional, aún no consensuado científicamente, surge en el seno de la Nutrición Óptima, encaminada a modificar aspectos genéticos y fisiológicos y a la prevención y tratamiento de enfermedades, más allá de la mera cobertura de las necesidades de nutrientes. Bajo la perspectiva de la Unión Europea, pueden ser tanto alimentos naturales como procesados industrialmente. Los alimentos funcionales más relevantes y sobre los que recae la más sólida evidencia científica son los probióticos, microorganismos vivos representados fundamentalmente por los derivados lácteos fermentados. Los prebióticos, como los fructanos tipo inulina, son el sustrato trófico de los probióticos y potenciales selectores de la flora colónica. La asociación de un prebiótico y un probiótico se denomina simbiótico. Se conocen innumerables sustancias con actividad funcional: fibra soluble e insoluble, fitosteroles, fitoestrógenos, ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, derivados fenólicos, vitaminas y otros fitoquímicos. Los alimentos funcionales ejercen su actividad en múltiples sistemas, especialmente el gastrointestinal, cardiovascular e inmunológico. Se comportan como potenciadores del desarrollo y la diferenciación, moduladores del metabolismo de nutrientes, la expresión génica, el estrés oxidativo y la esfera psíquica. La construcción de alegaciones sanitarias dirigidas al consumidor debe cimentarse en el conocimiento científico y la regulación legal. Es preciso encontrar biomarcadores eficientes del efecto biológico, analizar las posibles interacciones y realizar estudios válidos en humanos. El objetivo prioritario, sin embargo, debe ser la dieta en su conjunto. Emerge así el futuro reto de una dieta funcional.