El primer día de enero de 1873 Emilia Pardo Bazán, acompañada de su esposo, de sus padres y de uno de sus tíos, emprendía desde Ourense un largo viaje, con destino previsto en Ginebra, que les llevaría a lo largo de unos cinco meses por ciudades españolas (Zamora, Burgos), francesas (Biarritz, Bayona, Burdeos, París), italianas (Turín, Milán, Venecia, Verona, Trieste), además de la mencionada capital suiza, y que se prolongaría después con la visita a la Exposición Universal de Viena (inaugurada el 1 de mayo de 1873). La noticia de este viaje no era desconocida en la biografía de la escritora coruñesa, pues ella misma lo había mencionado (aunque aduciendo fechas y circunstancias algo diferentes, que han despistado o engañado a algunos investigadores): en los «Apuntes autobiográficos» que escribió en 1886 como prólogo para la primera edición de Los Pazos de Ulloa; y también en una entrevista publicada en un periódico francés en 1906, donde rememoraba su primera visita a Francia, con una larga estancia en París: nación y ciudad por las que, como sabemos, tendría siempre una notable predilección. Menos conocido —aunque, como enseguida diré, también lo había contado en los «Apuntes» de 1886— es el dato de que la joven Emilia (con poco más de 21 años y que hasta entonces sólo había publicado algunos relatos y versos) fue recogiendo sus impresiones de viajera en un texto de carácter privado: «sobre las mesas de las fondas, sobre mis rodillas en el tren, con plumas comidas de orín y lápices despuntados, tracé mis primeras páginas en prosa: el indispensable Diario de viaje, que no se me ocurrió publicar, ni lo merece» Estudio, edición y notas de José Manuel González Herrán