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Francis Cottington played a key role in Anglo-Spanish diplomacy for some thirty years, beginning in 1605. Though he advised against Prince Charles¿s impetuous expedition to Madrid in 1623 he accompanied him as his paymaster ¿ no easy task, given his young master¿s extravagant tastes. That experience stood him in good stead when he returned to Spain in 1630 as ambassador extraordinary to negotiate with the Conde de Olivares. He had by then acquired a reputation as an expert on all matters Spanish. Francis Cottington desempeñó un papel clave en la diplomacia angloespañola durante unos treinta años, comenzando en 1605. Aunque desaconsejó la impetuosa expedición del príncipe Carlos a Madrid en 1623, lo acompañó como su contador, tarea nada fácil, dados los gustos extravagantes de su joven maestro. Esa experiencia le fue muy útil cuando regresó a España en 1630 como embajador extraordinario para negociar con el Conde de Olivares. Para en- tonces había adquirido fama de experto en cosas de España. Área de Historia del Arte

For some curiosos impertinentes of the Victorian era Spain offered a means of escape and self-discovery. Edward Churton, an Archdeacon and theologian, was a hispanist a distancia who fell in love with Spanish poetry and, in his remote Yorkshire rectory, wrote the first scholarly study of Góngora to be published in England. By contrast, Hugh James Rose, no intellectual, lived «among the Spanish people» (the title of one of his two books), first at Linares and later at Cadiz and Madrid, learning lessons in the art of living. His wide-ranging and sympathetic observations are of value to social historians. Para algunos «curiosos impertinentes» de la era victoriana, España proporcionó un medio de escape y de autodescubrimiento. Edward Churton, archidiácono y teólogo, fue un hispanista a distancia que se enamoró de la poesía española y, desde su remota rectoría en Yorkshire, escribió el primer estudio académico sobre Góngora que se publicó en Inglaterra. Por el contrario, Hugh James Rose no fue un intelectual, sino que vivió «entre el pueblo español» (el título de uno de sus dos libros), primero en Linares y después en Cádiz y Madrid, tomando lecciones del arte de vivir. Sus observaciones, empáticas y de amplios intereses, poseen valor para los historiadores sociales.

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