Varios estudiosos de la guerra han mostrado cómo el desarrollo de este doloroso componente de las sociedades humanas hace parte fundamental de su evolución. Dicha apreciación es contradictoria en sí misma por lo que han representado los escenarios bélicos, sin embargo, es constatada con la consolidación del Estado moderno, los desarrollos tecnológicos de instrumentos militares que, posteriormente, fueron trasladados a la industria y luego a la vida cotidiana de las personas. Adicional a esto, la constante innovación de los medios y métodos de la guerra conllevan, de manera accesoria, la necesidad de reinterpretar el derecho internacional humanitario. Desde mitad del siglo xx, cuando se constituyó el núcleo duro del derecho internacional humanitario, el armamento bélico tomó un rumbo no previsto por los codificadores de las convenciones internacionales, pues desde la bomba atómica hasta la construcción de dispositivos aéreos no tripulados –drones– o las denominadas ciberguerras, se han construido medios de violencia más cercanos a la población civil –en cuanto al daño que pueden ocasionar–, cuyo uso puede resultar desproporcionado con las ventajas militares deseadas. Sumado a lo anterior, el escenario actual en donde se libran las guerras posmodernas presenta contextos complejos, ya que insurgentes, guerrillas, paramilitares actúan de la mano de actores trasnacionales que operan desde locaciones urbanas bajo una interacción entre delincuencia común, terrorismo y confrontaciones clásicas de baja intensidad. Estas trasmutaciones de lo que ya era denominado como conflicto armado de carácter no internacional, representan el nuevo escenario de las guerras irregulares del cual Colombia no es la excepción. De tal manera, el derecho internacional humanitario y, en especial, el principio de proporcionalidad cobra vital importancia para Colombia debido a que, en la actualidad, luego de la finalización de un conflicto armado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, subsisten varias confrontaciones bélicas con otros actores armados. Dentro de sus operaciones militares, el Ejército Nacional colombiano hace uso de bombardeos –Operaciones Beta– que representan una ventaja militar, la cual debe sopesarse en escenarios en los que se pueden presentar daños incidentales en contra de la población civil, tales como la afectación de civiles que circulan o habitan las zonas donde operan estas estructuras, o la muerte de personas retenidas como menores que son víctimas de reclutamiento forzado y que no han tomado participación directa en las hostilidades. De Otro lado, el impacto en fuentes hídricas, Bosques y demás daños Ocasionados al medio ambiente natural son vistos como parte de las valoraciones del principio de proporcionalidad, al menos, desde disposiciones normativas como las existentes en el Protocolo I Adicional o en el Estatuto De Roma. Por su parte, estos grupos armados organizados, en los términos del Protocolo Adicional II, hacen uso de municiones explosivas y armas trampa, así como de carrobombas y otras armas no convencionales, cuyos efectos, y por tanto sus daños, no pueden ser previstos durante la conducción de hostilidades. Entonces, muchos de estos recursos improvisados de la guerra generan ataques indiscriminados contra la población civil o daños incidentales, que en varias ocasiones superan la ventaja militar esperada. En consecuencia, este capítulo se propone mostrar las fuentes del derecho internacional humanitario que contienen el principio de proporcionalidad para Colombia; estudiar los casos comparados sobre la aplicación de este principio como regla, para determinar el alcance de dos elementos esenciales: la ventaja militar y el daño incidental o colateral. De igual manera, analizar el debate propuesto por el manual de Law of War de los Estados Unidos, en relación con la existencia de una regla de proporcionalidad y un principio, en contraste con la jurisprudencia ad hoc, donde se da una valoración de los factores que consolidan la ventaja militar (concreta, directa y predecible-anticipada). Several scholars of war have shown how the development of this painful component of human societies has been a fundamental part of their evolution. This appreciation is contradictory in itself because of what war scenarios have represented, however, it is confirmed by the consolidation of the modern State, the technological developments of military instruments that were later transferred to industry and then to people’s daily lives. In addition to this, the constant innovation of the means and methods of warfare entail, in an ancillary manner, the need to reinterpret international humanitarian law. Since the middle of the last century, when the hard core of international humanitarian law was constituted, the armament of war took a course not foreseen by the codifiers of international conventions, since from the Atomic Bomb to the construction of unmanned aerial devices–drones–or the now called cyber wars, means of violence were built closer to the civilian population–in terms of the damage they can cause–, whose use may be disproportionate to the desired military advantages. In addition to the above, the current scenario in which postmodern wars are fought presents complex contexts, as insurgents, guerrillas, paramilitaries act hand in hand with transnational actors operating from urban locations under an interaction between common crime, terrorism, and classic low-intensity confrontations. These transmutations of what was already called a non-international armed conflict represent the new scenario of irregular wars, from which Colombia has not been exempted. Thus, international humanitarian law and the principle of proportionality is of vital importance for Colombia because, at present, after the end of an armed conflict with the Revolutionary Armed Forces of Colombia People’s Army, there are still several armed confrontations with other armed actors. Within its military operations, the Colombian National Army makes use of bombings –Operaciones Beta–,which represent a military advantage, which must be weighed In scenarios in which incidental damages against the civilian population may occur, such as the affectation of civilians who circulate or inhabit the areas where these structures operate, or the death of persons retained as minors victims of forced recruitment and who have not taken direct part in the hostilities. On the other hand, the impact on water sources, forests and other damage caused to the natural environment are seen as part of the assessments of the principle of proportionality, at least from normative provisions such as those existing in Additional Protocol I or in the Rome Statute. For their part, these organized armed groups, under the terms of Additional Protocol II, make use of explosive munitions and booby traps, as well as car bombs and other non-conventional weapons, whose effects, and therefore their damage, cannot be foreseen during the conduct of hostilities. Thus, many of these improvised means of warfare generate indiscriminate attacks against the civilian population or incidental damage, which on several occasions exceed the expected military advantage. Consequently, this chapter proposes to show the sources of international humanitarian law that contain the principle of proportionality for Colombia; to study the comparative cases on the application of this principle as a rule, in order to determine the scope of its two essential elements: such as military advantage and incidental or collateral damage; likewise, analyze the debate proposed by the manual of Law of War of the United States, in relation to the existence of a proportionality rule and a principle, in contrast with the ad hoc jurisprudence, where an assessment of the factors that consolidate the military advantage (concrete, direct and predictable-anticipated) is given. Finally, an evaluative proposal will be made of some cases specific to the Colombian armed conflict context, in which a situational assessment of the principle of proportionality can be made.