Esta tesis constituye una aportación original al reciente pero fecundo campo de estudios consagrados a la obra de Michael Field (pseudónimo de Katharine Bradley y su sobrina Edith Cooper). Nuestro principal objetivo consiste en ofrecer el primer estudio pormenorizado del poemario sáfico Long Ago (1889), analizando cada una de sus piezas líricas y trascendiendo el modelo crítico que desde un inicio ha estudiado a las Fields de manera exclusiva y acaso contumaz a la luz, cegadora en muchos sentidos, de su compleja identidad de género y del reflejo de esta misma en su poesía y dramaturgia. Nuestro método de análisis, basado en las interpretaciones de críticos como Christine White o Ed Madden, toma como punto de partida el texto poético en sí mismo y se detiene en la prominente figura mítica de Tiresias para transformarla en todo un instrumento conceptual o precepto teórico capaz de iluminar hermenéuticamente nuestra propia lectura de Long Ago. En su condición fértil de mito clásico, Tiresias representa mucho más que un mero desvarío de la imaginación de los antiguos helenos o una mera fantasía sin ningún valor epistemológico añadido. En realidad, el mito del adivino tebano puede entenderse como un modo de filosofía velada o, en términos más heideggerianos, como un claro (Lichtung) o un espacio de apertura para la verdad sobre la condición humana. En otras palabras, Tiresias alberga el potencial de aportar todo un contenido epistemológicamente valioso, un significado existencial importante y hasta un paradigma conceptual emanado de sus atributos filosóficos. Hasta ahora la mayoría de estudiosos han abordado el mito de Tiresias de dos maneras: bien como una presencia textualmente explícita en las diferentes tradiciones culturales euro o bien como un dispositivo conceptual que se erige en una especie de marco interpretativo para arrojar luz sobre un determinado hecho literario. En ambos casos, Tiresias queda reducido a su caracterización ovidiana como metáfora simplificada del binarismo sexual, la ambigüedad de género o el anti-dualismo sexológico. En nuestro estudio, abordamos la figura del adivino tanto por su presencia textual en Long Ago como por su capacidad de constituirse en todo un principio hermenéutico capaz de permitirnos leer e interpretar el volumen sáfico en su integridad. No obstante, a diferencia del resto de trabajos en torno a Tiresias, el nuestro se aparta de su retrato ovidiano y se centra primordialmente en sus atributos metafísicos y ontológicos tal y como se presentan subyacentes en la Odisea. En la epopeya homérica, el profeta tebano deviene una figura escatológica especial que redefine la mortalidad como una experiencia paradójica de vida continua, como temporalidad ilimitada o como memoria perpetua. Tiresias se convierte en una transgresión radical de las fronteras ontológicas que separan la vida de la muerte o la finitud de la existencia. Su ontología representa una ruptura de los dualismos tradicionales y una apertura a paradojas extremas. El Tiresias metafísico que hace las veces de marco crítico de nuestra tesis es precisamente metafísico en dos sentidos. Nos basamos en su versión homérica con el fin de elaborar una meta-lectura o una post-lectura que trascienda la narrativa crítica que ha limitado la figura de Tiresias y su capital importancia en Long Ago a un relato casi exclusivamente centrado en lo físico, lo erótico o lo sexual. En nuestra lectura, no refutamos este válido relato crítico, sino que más bien nos lo apropiamos y lo integramos dentro de un esquema interpretativo englobador que apunta hacia una metafísica de la vida y la muerte implícita en todo el volumen sáfico. De este modo se da el segundo aspecto, ya más técnico, de nuestro Tiresias metafísico, que pasa a encarnar un espacio fértil para la especulación ontológica en torno a la dicotomía artificiosa entre la vida y la muerte, a las fronteras frágiles entre el ser y el no-ser y al continuum poroso entre los vivos y los muertos. En este sentido, estimamos que Tiresias propicia un diálogo directo con Martin Heidegger, uno de los ontólogos más renombrados de la historia del pensamiento occidental. Sus originales propuestas conceptuales sobre el ser-en-el-mundo o el ser-para-la-muerte nos permiten dilucidar cómo Tiresias, en tanto que verdad mítica y existencial, representa una ontología transgresora que anula la dualidad meramente empírica entre el ser y el no-ser, favoreciendo así una visión más unitaria de la vida humana entendida como un magno fenómeno siempre poroso y abierto a la presencia misma de la muerte. Desde esta perspectiva, argüimos que, como texto tiresiano, Long Ago plantea tácitamente un lirización de dichos conceptos heideggerianos y desarrolla su propia narrativa ontológica en torno a la co-presencia entre la vida y la muerte. La presencia metodológica de Heidegger como refuerzo al paradigma tiresiano propuesto en este estudio es adecuada y productiva no sólo porque conceptualiza perfectamente el hecho de que el profeta tebano transgrede y redefine los confines ontológicos entre el ser-en-el-mundo y el ser-para-la-muerte, sino también porque el pensamiento anti-cartesiano de Heidegger se alinea de manera sorprendente con el proyecto estético que las Fields emprenden en Long Ago. Bradley y Cooper, de hecho, cultivaron ampliamente su interés por la filosofía y mostraron una especial predilección por la tradición germánica (fundamentalmente por Hegel y Nietzsche). Sin embargo, en nuestra tesis, defendemos que ni el ideal hegeliano de totalidad absoluta (o de cierre de todo binarismo) ni el prototipo nietzscheano de una subjetividad prácticamente todopoderosa casan del todo con la ontología de apertura radical y de vulnerabilidad heroica que las Fields formulan en Long Ago. En este poemario, Bradley y Cooper parecen anticipar de algún modo sorpresivo la línea de pensamiento que Heidegger inaugura formalmente en su magno Ser y tiempo (1927), y lo hacen retratando una nueva Safo heroica pero vulnerable y fragmentada en medio de un agón trágico en que la vida y la muerte no se representan necesariamente como constructos antitéticos, sino más bien como fenómenos dialógicos o incluso correlatos abiertos. En el primer capítulo de nuestra tesis, demuestro que las Fields tenían una conciencia plena y aguda de su propio ser-en-el-mundo. Para ambas, la vida discurría prácticamente como un fenómeno estético o una obra de arte en sí misma. A su modo de verlo, el mundo importaba esencialmente por su potencial inherente de belleza. Sus hogares, vestidos y libros debían cautivar siempre los sentidos y cumplir con el máximo ideal de perfección estética. El único credo político que promovían las Fields, una especie de esteticismo misionero, profesaba brindar a las clases trabajadoras la oportunidad edificante de apreciar y disfrutar de la belleza en entornos educativos y espacios urbanos renovados. Además, el esteticismo de Bradley and Cooper implicaba no solo una creencia en la belleza universal, sino también una proclividad especial hacia una vida intelectual y experiencial verdaderamente intensa. Las Fields se empeñaron siempre en inventarse a sí mismas mediante cada obra que escribían y, particularmente, mediante una gran narrativa autobiográfica. Este continuo proceso de auto-creación significaba rebautizarse con nombres distintos, jugar con sus identidades autorales, perseverar en sus carreras como dramaturgas pese a múltiples fracasos, reivindicar para sí mismas el noble título de poetas en contra de todo prejuicio sexista, viajar constantemente por Londres y Europa como auténticas cosmopolitas, incursionar en el campo tradicionalmente masculino de la filología clásica y proteger con celo su propia libertad creativa. Tal era su sentido idiosincrático de libertad y creatividad que las Fields gustaban incluso de vivirse como ménades báquicas, sacerdotisas de Dionisos o devotas de Safo. Este paganismo férvido más adelante vendría seguido de una convencida conversión al catolicismo romano tras un proceso existencial que revela cómo Bradley y Cooper llevaron unas vidas intensas no sólo como intelectuales, escritoras y viajeras, sino también como mujeres espiritualmente inquietas. Más significativo por lo se refiere al esteticismo que definía el ser-en-el-mundo de las Fields es el hecho de que este no sólo entrañaba una afirmación plena de la vida, el placer y la belleza, sino también una actitud valiente y hasta creativa frente a la tragedia y la mortalidad. Bradley tuvo que sobrellevar las muertes de su madre, su primer amor (Alfred Gérente), su hermana, su amigo Browning, su cuñado y hasta la de su amada sobrina Edith, quien compartió con ella muchas de estas pérdidas. Juntas, las Fields afrontaron estas experiencias trágicas no con impotencia o parálisis, sino con suma creatividad poética. Ante la muerte, ambas recurrían a la literatura, se refugiaban en los clásicos y componían obras propias. La tragedia se convertía, de esta forma, en una oportunidad para la invención artística. A su vez, el arte les servía de vehículo precisamente para comprender y arrostrar la pérdida y el duelo. De alguna extraña manera paradójica, la muerte conllevaba para las Fields posibilidades nuevas de creación literaria (nuevas vidas textuales, nuevas piezas dramáticas y nuevos versos líricos). En efecto, Long Ago, el primer poemario que compusieron bajo el pseudónimo de Michael Field, ejemplifica justamente cómo ciertos fragmentos arcaicos y palabras poéticas prácticamente moribundas pueden renacer de tan fructífera manera hasta transformarse en creaciones líricas completamente modernas. Tal transformación o renacimiento, definitorio del modo en que funciona Long Ago, constituye el foco primordial que indagamos y teorizamos sistemáticamente en nuestro segundo capítulo. En él abordamos tres cuestiones interrelacionas, a saber: (1) cómo el pasado sáfico se revive y se vuelve relevante para el lector moderno, (2) cómo la firma de Michael Field quebranta la noción tradicional de autoría y (3) cómo las palabras agónicas de Safo se someten a proceso de transformación radical y recreación plenamente original. Desde la cubierta hasta la última nota paratextual, Long Ago se articula como un diálogo constante con el pasado, que deviene paradójicamente vivo y presente de distintas maneras. Las Fields no parecen entender el pasado en consonancia con el credo victoriano del historicismo científico cuyas premisas coinciden con la idea heideggeriana de Vergangenheit y, por ende, con una concepción del pasado como una serie fija, óntica y ya muerta de sucesos. Por el contrario, en su poemario sáfico, Bradley y Cooper plantean una epistemología del tiempo que se aleja del sentir victoriano y se acerca más bien a la visión modernista del pasado como Gewesenheit, esto es, como una dimensión dinámica y extática que reviste absoluta relevancia para el tiempo presente, tanto es así que los límites ontológicos entre pasado y presente quedan ya difuminados o prácticamente borrados. Es en este sentido especial de anterioridad que Long Ago transforma la arcaica textualidad de Safo en un objeto reinventado de extrañamiento, asombro y dislocación temporal. A nuestro juicio, lo que opera de modo tácito en este proceso de dislocación de una temporalidad a otra es una doble lógica de revivalismo que consiste, por un lado, en rescatar el pasado casi perdido de Safo y, por otro, en reconstruirlo con vistas a conferirle una vida nueva o un nuevo futuro literario no tanto como hecho histórico, sino más bien como un suceso mítico abierto y disponible para renaceres perpetuos. El renacer que protagoniza Safo en Long Ago implica su propia presencia como la voz textual de un griego antiguo sublime, irreductible y profundamente enigmático. Safo participa directamente en una compleja estructura de autoría textual en que muere la figura tradicional del genio creador solitario y masculino a favor de un modelo de creación colaborativa, explícitamente polifónica y hasta sexualmente ambigua (con dos autoras que escriben bajo el pseudónimo de un hombre que, a su vez, escribe como Safo). Las Fields construyen un Mitsein plural de invención poética donde el acto de escritura equivale automáticamente a co-escribir, colaborar, negociar, citar y hasta confrontar. En Long Ago, el mito del autor individual se invalida y cede su lugar a un coro de polifonía literaria y académica formado por las propias autoras, Safo, Robert Browning, Theodor Bergk, Henry Wharton o J. A. Symonds, por mencionar tan solo algunas de las voces que hicieron parte, de manera más o menos activa, del proceso de composición de Long Ago. Implícita en el tratamiento que las Fields dan al pasado y al hecho autoral yace una conexión simbólica con la dialéctica ontológica entre la vida y la muerte. Como ya hemos explicado, el pasado deja de ser una forma de temporalidad estática o muerta para convertirse en una fuerza extática que dinamiza, enriquece y ennoblece el presente mediante el poder transhistórico del mito y la poesía. Con respecto al fenómeno autoral, Long Ago se origina precisamente en la muerte del genio clásico solitario y en el consecuente alumbramiento de una compleja estructura de autoría con las Fields, Safo y otras voces distintas funcionando como colaboradores íntimos en el acto poético. Siguiendo con este mismo simbolismo entre la vida y la muerte, nuestro tercer punto de indagación refleja cómo Long Ago elabora una ontología propia de la escritura según la cual la creación literaria entraña un esfuerzo por revivir palabras moribundas, superar su muerte y transfundirlas con un soplo fresco de vida nueva. En otras palabras, para las Fields, la literatura parece encarnar siempre una oportunidad para contribuir a la vida continuada de los muertos revisitando obras del pasado y garantizado su posteridad. En este sentido, Safo es tal vez la voz más fecunda y auspiciosa de todos los poetas muertos. Su corpus/cadáver de poesía fragmentaria propicia todo tipo de reescrituras y renaceres audaces. Su precariedad biográfica abre un espacio vasto para toda suerte de mitificaciones y reconstrucciones libres. Incluso lo que queda de sus versos, a menudo tan solo un grafema o dos, permite a cualquier poeta reinventar un posible mensaje original de una manera que solo puede ser un intento modesto y nunca una aproximación certera a la otredad insondable que encarna Safo. Conscientes de esto, las Fields parecen haber descubierto en la poetisa de Lesbos una porosidad extrema a nuevos post-significados, una invitación a traducciones radicalmente libres o incluso un modo de contravenir la dicotomía clásica originalidad e imitación mediante una escritura óntica, es decir, una forma de escritura auténtica que crea vidas literarias plenamente originales a partir de un encuentro directo con un legado antiguo que, a su vez, se enriquece con nuevas posibilidades de futuridad (de renaceres prospectivos). La muerte del individuo como sujeto cartesiano aislado no sólo se da en el espacio autoral de Long Ago: conforme detallamos en el capítulo tercero, dicha muerte simbólica se manifiesta también temáticamente en la comunidad sólida de jóvenes báquicas que nos presentan las Fields en el primer poema de su volumen. En él se quiebra por completo la noción tradicional de atomismo subjetivo y se reemplaza por un modo de ser-en-el-mundo compacto y hasta erótico compartido colectivamente por Safo y su séquito de mujeres. La dicotomía entre el yo y el otro se disuelve, dando origen a una forma íntima de Mitsein que traspasa los límites de la epistemología y hace de la relación sujeto/objeto una estructura mucho más afectiva, orgánica y simbiótica (más allá del ámbito limitado del conocimiento puramente cognitivo o mental). El Mitsein sáfico se caracteriza esencialmente por un sentido intenso del afecto comunitario, un hedonismo estético preponderante, una creatividad ubérrima y una defensa omnímoda de la libertad. Esta intensa filosofía de vida emana de una teoría de lo femenino subyacente en las páginas de Long Ago. En su poema tiresiano, las Fields reconceptualizan lo femenino como el principio máximo del vitalismo, como la plenitud misma del ser o como la expresión más álgida de una libertad extática. Por el contrario, en esta subversión de la ontología de las categorías de género, lo masculino pasa a equipararse con la violencia, la destrucción e inclusive la muerte. Las Fields van más allá todavía: al tiempo que redefinen el homoerotismo como la forma de deseo más natural, libre y creativa, presentan la heterosexualidad, el matrimonio y la maternidad como fenómenos trágicos y amenazantes que pueden destruir la comunidad utópica de Safo. No obstante, parece que es precisamente ante estos fenómenos que las jóvenes sáficas experimentan lo femenino con absoluta autenticidad como si su éxtasis dionisíaco solo fuera posible gracias a la proximidad de sus muertes como mujeres libres en las manos de sus potenciales maridos. Long Ago plantea, en este sentido, una idea clara aunque paradójica: en su expresión más intensa y genuina, la vida justamente se enfrenta a la antítesis directa de la muerte, factual o simbólica. En nuestro capítulo cuarto, ponemos el foco de atención en otra modalidad de cómo la porosidad ontológica entre la vida y la muerte prevalece en todo Long Ago. En esta ocasión, nos centramos concretamente en una narrativa extensa y coherente de lo que podríamos denominar hetero-mortalidad, un término nuestro que simplemente pretende conceptualizar la idea de que el deseo heterosexual, lejos de ser productivo, procreativo y fecundo, se convierte en una fuente de violencia, opresión y muerte. De hecho, la Safo de Michael Field encarna esta trágica vivencia erótica en su famoso pero fallido romance ovidiano con el pescador Faón, cuya única actitud hacia la poetisa es la más dolorosa indiferencia. Es este deseo fatídico lo que sume a Safo en un difícil agón entre la vida y la muerte, quebrantando la integridad de su Mitsein con sus seguidoras, anulando por completo toda su independencia ontológica, asemejándola a un jacinto pisoteado o a una Ofelia agonizante, e incluso transformando su cuerpo en una suerte de fantasma que canta y baila su propio réquiem. De esta forma, Long Ago puede leerse sistemáticamente como una narración lírico-dramática del ser-para-la-muerte de la nueva Safo o, mejor aún, como una tanatografía de cómo la poetisa griega vive y escribe su propia muerte por desamor. Sin embargo, en la narrativa sáfica de heteromortalidad no sólo tienen cabida la pérdida, la agonía y la desesperanza. En su encuentro progresivo con la muerte, Safo llegar a erigirse en una heroína que se afronta a la facticidad de su deseo infructuoso con un sentir ético genuino de resiliencia, persistencia y esperanza. Pese al desprecio de su amado, nuestra heroína se aferra con optimismo a sus sueños, mentiras, fantasías, vocativos ilusorios y súplicas paganas con el propósito de sobreponerse al sentimiento opresivo del amor-como-pérdida y de asumir su mortalidad penosa con dignidad, autenticidad y hasta creatividad lírica. Bradley y Cooper amplían el relato dramático del sáfico ser-para-la-muerte mediante una sugerente narrativa mitopoética que rearticula el hetero-erotismo trágico de Safo en un diálogo analógico con diferentes figuras clásicas, tales como Procne, Filomela, Estérope o Afrodita. Estas analogías, como demostramos en el capítulo quinto, cumplen la función de ratificar cómo el deseo sáfico se ve trágicamente determinado por un sentido permanente de carencia, conflicto, derrota y pérdida. Cierto que Safo a menudo espera, persevera y suplica por un desenlace favorable a sus aspiraciones románticas, mas este optimismo no conlleva que pierda de vista el hecho de que su deseo permanecerá muy seguramente insatisfecho y su vida se truncará tan pronto como se desvanezca su última esperanza erótica. En este sentido, su amor por Faón engloba las acepciones contradictorias de la pasión, entendida como deseo fervoroso y a la vez como martirio. En otras palabras, su concepción y vivencia del amor, explícitamente expuestas en un ciclo de poemas dedicados a la figura divina de Eros, entraña una trágica paradoja: el amor transforma el ser-en-el-mundo de Safo en una experiencia elevada de belleza, delicadeza y hasta placer sacralizado, pero al mismo tiempo la aboca a un estado ansioso de ser-para-la-muerte ante la ausencia de su amado. Inevitablemente, Safo acaba invocando al dios del viento del norte y a las mismísimas Parcas para que la auxilien. El tipo de auxilio que busca es, sin embargo, destructivo e irreversible: frente a su desamor, la poetisa solo desea quietud, parálisis, esterilidad afectiva y muerte. En su deprecación a Boiras y las Parcas, Safo ya ha perdido toda esperanza y todo apego a la vida. Ésta parece fundirse en su otro negativo como si pasara a definirse por su no-ser más que por su ser factual. En su mitografía del deseo, Safo acata su finitud ineluctable como el único resultado posible y deseable ante su amor trágico. Sin embargo, en la narrativa de hetero-erotismo trágico, Safo no sólo hace las veces de amante desdeñada pero optimista: según argumentamos en nuestro sexto capítulo, Long Ago también la retrata como una auténtica femme fatale deseosa de aprisionar, devorar, domeñar y hasta emascular a su amado. En unos cuantos poemas, Safo ocupa una afianzada posición de poder, articula un lenguaje extremo de subyugación erótica y emplaza su ideal amoroso dentro de una economía del deseo basada en la agresión, la competencia, la conquista estratégica y la posesión absoluta. Safo se transforma en una amenaza sublime contra la virilidad y libertad de Faón, una depredara voraz, una abeja penetrante y una suerte de vampiresa estetizada que se desvive por alimentarse de su amado. A esta Safo implacable Long Ago le atribuye una mitología de la castración equiparándola con diversas figuras femeninas tales como Lilit, Medea, Dafne, Selena o Perséfone, todas ellas representadas como poderosas féminas que utilizan y abusan de los hombres para su macabro contento. En consecuencia, Faón queda reducido a una posición de extremada vulnerabilidad bajo el régimen totalitario del deseo sáfico. El bello pescador pasa a ser un mero objeto pasivo, un prisionero onírico, un amado feminizado y una presa amenazada ya de muerte. Su masculinidad se ve seriamente afectada e inclusive castrada en la imaginación fogosa y mortífera de Safo. De hecho, su presencia dentro de la economía sáfica de la posesión amorosa es posible sólo si muere en su condición de hombre. Su muerte simbólica no es más que otro elemento consecutivo de la narrativa de hetero-mortalidad que tejen las Fields en Long Ago. En este esquema, tanto Safo como Faón se victimizan mutuamente y personifican el deseo hetero-erótico como una experiencia de fracaso, dolor y tragedia. En una lectura final de Long Ago en tanto que revisión ontológica del dualismo vida/muerte, rastreamos y analizamos toda una secuencia lírica que revela cómo el poemario construye su propia teoría metapoética a partir de dos narrativas mitológicas. La primera, por una parte, se articula en torno a las figuras de las Musas, las Gracias y otras mujeres divinas que conforman una línea matriarcal de autoridad poética, situando a Safo entre ellas e invitando a las Fields a vincularse a esta cadena de poetas inspiradas. Es bajo la influencia de este panteón de deidades femeninas que la poesía surge como regalo proveniente de la tumba del propio Orfeo, como tributo sagrado a los poetas del pasado, como garante de la inmortalidad de estos, como remedio contra las penas de amor y como fuerza unificadora de la comunidad femenina de estetas presidida por Safo. La segunda narrativa, por otra parte, gira en torno a la figura de Apolo y lo caracteriza como una fuente particularmente violenta de inspiración poética. El dios bendice a los poetas poseyéndolos, penetrándolos y sometiéndolos a un estado extremo de éxtasis que linda prácticamente con la muerte. Parece ser que es en esta situación límite donde la poesía germina en su máxima belleza y se presta como arma portentosa contra el desamor, la apatía y el sufrimiento. Es tal el poder de la poesía apolínea que Safo siente cómo sus propios versos la capacitan para aceptar su finitud con la tranquila certeza de que siempre vivió su vida plena, intensa y poéticamente. El poema final de Long Ago resulta bastante problemático y hasta incongruente. Safo decide quitarse la vida saltando al mar desde un precipicio. La razón estriba en su tragedia romántica con Faón. La imagen ovidiana de Safo como una amante suicida mantiene su plena vigencia y validez en Long Ago. Sin embargo, se nos plantea una pregunta inevitable con respecto a por qué, si la poesía siempre le ha servido de remedio contra el dolor, Safo opta aun así por dar el salto mítico hacia su muerte. Parece que la poesía no cumple con su labor terapéutica en última instancia y deja a nuestra poetisa sin opciones. Si bien su muerte constituye un proceso continuo a lo largo de Long Ago y no adviene por ende como un suceso sorpresivo, advertimos cierta contradicción en el hecho de que la propia teoría metapoética que las Fields desarrollan en torno a la figura de Apolo resulte, al fin y a la postre, falible e incierta. A pesar de su poder curativo y vitalista, la poesía no impide que Safo elija el suicido. Tal vez este fracaso poético responda a una mera voluntad de preservar la convención ovidiana de romanticismo trágico por medio de un poema paratextual que se desmarca de la narrativa central de vitalismo heroico que predomina en todo el volumen sáfico. De manera predecible, Safo muere al final del poemario, pero es su proceso de ser-parala-muerte lo que mejor y más originalmente define a la nueva Safo de las Fields, junto con otros aspectos tan significativos como su apertura radical a nuevos renaceres textuales, su Mitsein íntimo y estético con sus seguidoras báquicas, su aguda ansiedad ante lo masculino, su deseo voraz por Faón, sus afinidades múltiples con otros mitos clásicos y, sobre todo, su profundo entendimiento ontológico de la vida y la muerte como procesos porosos, confluencias y correlatos tiresianos. Las Fields parecen haber trasladado este mismo entendimiento desde su propia experiencia vital a su volumen sáfico en clave de teorías, relatos y mitologías diversas que presentan la existencia humana como un fenómeno liminal cuyos límites conceptuales con la muerte resultan cuanto menos indeterminados. En este estudio, hemos articulado dicho entendimiento ontológico integrando el mito de Tiresias y la fenomenología primera de Martin Heidegger en un diálogo audaz pero fructífero con las Fields, que nos ha servido para desvelar cómo Long Ago consigue poetizar formas concretas y simbólicas de convergencia abierta entre la vida y la muerte. Ahora nos parece especialmente promisoria la posibilidad de entablar este mismo diálogo con otras obras de Michael Field a fin de determinar si la vida y la muerte mantienen o quebrantan sus fronteras ontológicas más allá de Long Ago.