Captar, infiltrar, integrar: el agua y el espacio público en el Eixample de Barcelona

En la investigación por lograr escenarios urbanos más resilientes e integrados en su entorno mediante la optimización de sus lógicas metabólicas, la gestión del agua juega un papel fundamental. Episodios climáticos recientes, en los que sequías o temporales cada vez más comunes afectan al suministro y el equilibro de las ciudades, constatan la importancia de reformular el uso de este recurso, ligado históricamente al desarrollo urbano. Se toma como pretexto la convocatoria de un concurso de ideas, organizado por el ayuntamiento de Barcelona dentro del programa Superilles, para estudiar cómo las dinámicas del agua pueden incidir en la transformación del espacio público en un entorno tan característico, y a la vez genérico como es el Eixample de Barcelona. Se busca, a partir de un análisis cuantitativo de las fuentes locales del ciclo del agua en el Eixample, ensayar un escenario en el que se recupere la infiltración al subsuelo desde una mirada local, sin depender de grandes redes de gestión del metabolismo urbano, dentro de los parámetros propios de los proyectos de espacio público vigentes. La trama urbana ideada por Ildefons Cerdà el año 1855 se formula como una infraestructura ortogonal que se superpone al llano de Barcelona.La progresiva urbanización (y, por ende, impermeabilización) del llano ha solucionado los problemas de encharcamiento, pero a su vez ha roto el ciclo natural del agua impidiendo su infiltración en el subsuelo. Este hecho dio lugar a numerosos problemas de inundaciones que acompañan a los episodios de lluvias, puesto que el agua que no es absorbida se desplaza por escorrentía hasta acumularse en áreas críticas. La construcción de grandes depósitos anti DSU a inicios de los 90’s solucionó tal problema, pero no reparó la alteración de las dinámicas naturales del agua. Se plantea una metodología inductiva, dónde a partir de un caso de estudio particular se puedan alcanzar consideraciones generales. Partiendo del patrón del ensanche de Barcelona, se define una unidad básica de análisis, el chaflán. Es precisamente el vacío definido por las tan características manzanas el protagonista del espacio público en la capital catalana. Por otro lado, se integran las tres dimensiones del urbanismo ecológico, entendiendo que las cubiertas, la cota cero (en la que se sitúa el espacio público) y el subsuelo constituyen una unidad hídrica de estudio. Atendiendo al ciclo del agua, el origen de la misma tiene una doble procedencia. La primera y más evidente es la precipitación, sujeta a un régimen estacional, cada vez más abrupto en el paisaje mediterráneo, con menos episodios, pero de mayor intensidad. Se propone pues entender que las llamadas aguas grises, lejos de ser un residuo que se evacua a las grandes centrales de tratamiento propias del metabolismo de la ciudad, sean aprovechadas para usos específicos y compatibles con su calidad. A partir de aquí se define la superficie de captación en m2, diferenciando las cubiertas de los edificios, el espacio público y la superficie de circulación, puesto que la calidad del agua resultante es muy distinta y necesita un tratamiento específico. Con el coeficiente de lluvia de diseño propio de la zona se puede definir la cantidad de agua anual obtenida a partir de la precipitación, así como los máximos caudales que se deberán soportar en momentos puntuales. Por otro lado, la densidad del ensanche ofrece un flujo continuo de aguas grises, que pueden ser parcialmente reutilizadas en las mismas edificaciones, pero que cuentan con un excedente que puede ser manipulado desde el espacio público. Esta información permite contrastar, en términos numéricos, el volumen con el que debe lidiar cada cruce del Eixample, desvelando la dimensión física del ciclo del agua. Se ensayan diversas propuestas de espacio público en función de este parámetro, y se desvelan conclusiones interesantes hacia el potencial de resiliencia que ofrece la compacidad del Eixample de Cerdà.