Manitoga, naturaleza doméstica

La sensibilidad, con el entorno físico e histórico del emplazamiento, es uno de los mayores retos dentro de un proyecto arquitectónico. En la historia de la arquitectura, algunos de los edificios más valorados han basado su estrategia de diseño en resolver los problemas que planteaba el emplazamiento, aliándose con él. Durante el siglo XX, el crecimiento masivo de las ciudades impuso una estética urbana que incorporaba elementos naturales aislados. Dejando a la naturaleza en segundo lugar, alejando de ella a sus ciudadanos. Russel Wright, uno de los diseñadores estadounidenses más destacados del siglo XX, identificó esta problemática. Sus diseños destacaron por su estética orgánica y materialidad, siendo la eficiencia y la funcionalidad sus principales objetivos. Manitoga, ubicada en el valle del Hudson en nueva York, es la finca que adquirió el matrimonio formado por Mary y Russel Wright en 1942. En ella, se construyó un complejo residencial que se asocia con el entorno para formar una unidad. Los acabados interiores, los elementos arquitectónicos y el entorno natural fueron diseñados por Wright con extrema sensibilidad. En el terreno, se ejecutaron diferentes intervenciones en el paisaje que han elevado a la obra de Wright a la clasificación de Monumento Histórico Nacional.