El fenómeno de la aculturación artística, frecuente en numerosas épocas históricas, supone la adaptación del artista a una cultura diferente a la suya original y suele traducirse en un enriquecimiento personal. Sin embargo, cuando la aculturación es recíproca y se produce en un contexto de colaboración, suele optarse por buscar fórmulas nuevas que, de alguna manera, sinteticen o reinterpreten los rasgos esenciales de las dos culturas. El presente texto trata de poner de manifiesto la importancia del intercambio cultural y de género en el ámbito de la arquitectura contemporánea, en aras de poder verificar el beneficio recíproco que se obtiene de dicho intercambio. El análisis se realiza a partir de un estudio de casos previamente seleccionados en base a su relevancia o trascendencia. Así, un ejemplo emblemático sería la Bauhaus (Weimar-Dessau-Berlín), que consistió, inicialmente, en una colonia multicultural de prestigiosos artistas reunidos por Gropius para plantear una nueva idea de arte total. Así, esta pretensión fue compartida por artistas como Marcel Breuer, László Moholy-Nagy o Vassily Kandinsky. Por otro lado, a perspectiva de género aparecerá también en la Bauhaus, con artistas destacadas como Anni Albers, Gunta Stölzl o Lilly Reich. Dicha perspectiva se refuerza con el posterior cambio de escenario y el éxodo a América de algunos de los profesores, tal es el caso de Walter e Ise Gropius o Joseph y Anni Albers. Todo ello supuso, sin lugar a dudas, una oportunidad de intercambio y enriquecimiento mutuo entre los dos continentes. Este planteamiento intercultural y de género arraigó igualmente en el MIT, donde cabe mencionar el papel relevante de mujeres como Sophia Hayden, Marion Lucy Mahony o Neri Oxman. De lo anterior se deduce que la propia formación de cualquier artista, en un escenario cultural diferente al suyo original, se traduce en un mestizaje fructífero y de gran riqueza de matices. Es el caso del arquitecto Tadao Ando y sus viajes de formación por África, Europa y Estados Unidos, pero también el de Toyo Ito o su alumna Kazuyo Sejima. Sucede lo mismo tanto con arquitectas nacidas en Oriente Próximo, el caso de Amale Andraos, Zaha Hadid o Farshid Moussavi, como nacidas en África, por ejemplo, Mariam Kamara. Sin embargo, la inmersión del artista en una cultura diferente a la suya puede producirse en cualquier etapa de su trayectoria artística; así sucedió con Lina Bo Bardi en São Paulo, con Eileen Gray en Francia, con Denise Scott Brown en Filadelfia o con la alemana Anna Heringer en Bangladés y Marruecos. Por otro lado, los beneficios de la interculturalidad y la perspectiva de género afloran también en socios con diferente procedencia, como Louis Kahn y Anne Tyng, Enric Miralles y Benedetta Tagliabue o Ricardo Scofidio y Elizabeth Diller. The phenomenon of artistic acculturation, frequent in many historical periods, involves the adaptation of the artist to a culture different from his original one and usually translates into a personal enrichment. However, when acculturation is reciprocal and occurs in a context of collaboration, it is often decided to look for new formulas that, in some way, synthesize or reinterpret the essential features of the two cultures. This text seeks to highlight the importance of cultural and gender exchange in the field of contemporary architecture, in order to be able to verify the reciprocal benefit obtained from such exchange. The analysis is based on a case study previously selected based on their relevance or transcendence. Thus, an emblematic example would be the Bauhaus (Weimar-Dessau-Berlin), which consisted, initially, of a multicultural colony of prestigious artists gathered by Gropius to propose a new idea of total art. Thus, this claim was shared by artists such as Marcel Breuer, László Moholy-Nagy or Vassily Kandinsky. On the other hand, a gender perspective will also appear at the Bauhaus, with outstanding artists such as Anni Albers, Gunta Stölzl or Lilly Reich. This perspective is reinforced by the subsequent change of scenery and the exodus to America of some of the professors, such as Walter and Ise Gropius or Joseph and Anni Albers. All this was, without a doubt, an opportunity for exchange and mutual enrichment between the two continents. This intercultural and gender approach also took root at MIT, where it is worth mentioning the relevant role of women such as Sophia Hayden, Marion Lucy Mahony or Neri Oxman. From the above it follows that the very formation of any artist, in a cultural scenario different from his original, translates into a fruitful miscegenation and great richness of nuances. This is the case of the architect Tadao Ando and his training trips through Africa, Europe and the United States, but also that of Toyo Ito or his student Kazuyo Sejima. The same happens both with architects born in the Middle East, the case of Amale Andraos, Zaha Hadid or Farshid Moussavi, and born in Africa, for example, Mariam Kamara. However, the artist's immersion in a culture different from his own can occur at any stage of his artistic career; this happened with Lina Bo Bardi in São Paulo, with Eileen Gray in France, with Denise Scott Brown in Philadelphia or with the German Anna Heringer in Bangladesh and Morocco. On the other hand, the benefits of interculturality and the gender perspective also emerge in partners with different origins, such as Louis Kahn and Anne Tyng, Enric Miralles and Benedetta Tagliabue or Ricardo Scofidio and Elizabeth Diller.